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La era “romántica” de Internet

El fenómeno del Internet y su influencia en la sociedad que vivimos es bastante paradójico. Por un lado, su presencia es sumamente reciente en relación a toda la historia de la humanidad, sin embargo hoy es prácticamente el aire que respiramos, aunque los estudios indiquen que la gran parte de la población planetaria no está conectada y demás teorías que da pereza exponer en este instante. La verdad es que la diferencia es enorme entre quienes están conectados y quienes no, pasando a ser el segundo grupo, los marginados.

Internet y su función comercial y social como la conocemos debe tener algo más de 20 años y debe ser un eje fundamental de la vida de todos quienes estén leyendo este artículo, sin embargo, existimos de esos “pioneros” (?) de la “era romántica” del Internet. ¿A qué defino yo arbitrariamente como “era romántica del Internet”? Pues a los tiempos de la exasperantemente lenta conexión con módem telefónico. Disfrutemos un momento, de esa sinfonía de chillidos y pitidos cuasi orgásmicos para el internauta nerd de aquellos días.

Acá en Ecuador, recuerdo que los primeros conectados a Internet, nobles y reyes desde luego, lo fueron por los años 1995 y 1996. Al pueblo le tocaba un poco más difícil y fue así como en los años 1998 y 1999, jovencitos de clase media a subterránea descubrieron la manera clandestina de proveer de Internet a sus casas, conectando el módem de la gigantesca PC familiar a la normalmente única línea telefónica de la casa, para el resto de la magia, hacía falta entrar en el mercado negro de las contraseñas que se requería para iniciar sesión en Internet con esta tecnología. El intercambio de productos y favores todo lo podía. Para los menores de 20 años, todo esto que se cuenta debe haber pasado en los tiempos de Cristóbal Colón.

Esta conexión clandestina a Internet abrió un enorme mundo de posibilidades a los adolescentes noventeros dependiendo mucho de sus intereses, el primero de ellos, lógicamente desnudos y pornografía. Pero más allá de la avidez por el cuerpo, cada uno buscaba lo suyo: música, videojuegos y deportes eran la predilección. Pocos utilizaban este recurso para cuestiones académicas, como ahora que es de uso extendido.

Internet fue un maravilloso paso para la recopilación de música. Gracias a la magia del Internet, empezó a quedar atrás la romería de ir con un cassette en mano, de casa en casa de los panas, grabando una o dos canciones de un CD que él tenga y que tú no o no te daba la gana de comprar o era muy caro (ya para 1999 valían como 150 mil sucres ¡y vaya que era plata!) Entonces la posibilidad de descargar alguna canción se hizo realidad. Primero, era una tediosa tarea buscando de sitio en sitio web, la dichosa canción, lo cual era especialmente difícil si se trataba de clásicos por ejemplo, más una vez arribado Napster a nuestras vidas, todo fue maravilloso.

Con ese concepto de computadoras en todo el mundo conectadas haciendo un servidor gigantesco, Napster permitía encontrar LO QUE SEA en cuanto a música. Con ello, la creciente demanda musical de esa generación crecida con el MTV gratis se veía satisfecha. Ahora, con la modesta conexión de módem telefónico de 33.6 kbps de promedio, había que armarse de paciencia, pues la descarga de una sola canción tardaba aproximadamente media hora. Después, con la venida de la banda ancha, supimos lo que era descargarse álbumes enteros en ese mismo lapso de tiempo.

Hablando del entrañable módem telefónico, quien no debe tenerle mucha gratitud al mismo, son todos aquellos padres de familia de adolescentes noventeros, hoy venerables abuelitos en su gran parte. Pagar esas escandalosas cuentas telefónicas debe haber sido tremenda tortura. Recordemos que al permanecer conectado por teléfono a Internet en esa era, aparte del precio del servicio (que uno de cada 10 pagaba por la floreciente piratería descrita párrafos atrás), el precio de una llamada local. Por lo bajo, se permanecía conectado 2 horas al día y eso equivalía a “visita telefónica”. Sin internet, una familia no pagaba más allá de 100 mil sucres por servicio de telefonía, cuando a alguno de sus vástagos se le ocurría “conectar a la familia”, esas cuentas podían fácilmente llegar al medio millón de sucres. Devastador para aquellas economías en crisis, de cuentas congeladas y bancos quebrados.

En cuanto a interacción social, esta era la otra gastadera de tiempo. Una de las principales formas de interactuar era el recordado “latinchat” (no puedo creer que aún exista), donde en una plataforma de novedosísimo java, uno podía conversar con gente al menos de todo el continente, sobre determinados temas o simplemente por conversar. Como ni soñábamos en teléfonos inteligentes hace “escasos” 17 o 18 años, una señal de triunfo era sacarle el “ICQ” a la persona con quien chateaste. Tampoco puedo creer que aún exista esa brujería y de mi número si me acuerdo: 39585736. Básicamente, bajo este método la comunicación era vía texto y muy escasamente con escuetos mensajes de voz.

Un poco más tarde se popularizó el mIRC, que tenía la dinámica del latinchat, con canales de temáticas específicas, mas se necesitaba descargar un software para entrar al mismo. Para el año 2000 y ya dolarizados, estaba popularizado el dichoso servidor y los quiteños más enfermitos con el ciberespacio tenían su canal #quito para contactarse. Yo personalmente recuerdo que los capos eran “Rocky Balboa” y “Aeromoza”… capaz esos manes sean ahora tuiteros influyentes. Yo, las pocas veces que entré a ese canal lo hacía como “Macphisto”, de ahí más me interesaban los de música y deportes.

Los inicios de Internet traían consigo formas hoy primitivas de hacer grupos con los foros de discusión o las listas de correo, estas últimas, auspiciadas por el desaparecido Geocities y actual Yahoo. Servidores de correo favoritos: Hotmail, Latinmail, Yahoo. Todas y todos deben tener su dirección vergonzante, rezagos de esos tiempos del tipo: rubiasexy@hotmail.com o tumarido@yahoo.com y la vida profesional nos obligó a enseriarnos. Recién golpe de 2000 Google pateó el tablero de los buscadores, antes era Yahoo, Altavista, Lycos y demás opciones las que se usaban para buscar porno el contenido requerido.

Si tienes más vivencias de la “era romántica del Internet”, no dudes en comentar. Siempre es bueno no hablar nomás de fútbol, para eso mismo creamos este espacio.

POLÍTICA DESDE NUESTRA SALA

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En los últimos meses hemos sido testigos del gran éxito de series televisivas con alto contenido político, dueñas del rating y de los comentarios en las redes sociales, en las que podemos ver a esos líderes políticos como lo que son al fin del día, seres comunes y corrientes, que triunfan en mayor o menor medida en sus entornos dirigiendo los destinos de los suyos y adquiriendo poder, gracias a su carácter y forma de ser.

“¿Hace ruido el árbol en el bosque que cae cuando no hay nadie para escucharlo caer?” dice una antigua cuestión filosófica. El auge del internet le ha dado a la gente el recurso más valioso con el que se puede contar: la información. Somos una sociedad hiperconectada, que tiene al alcance de su mano la capacidad de conocer los sucesos que ocurren en los lugares más remotos, y parecería que donde cae un árbol, siempre hay alguien listo y dispuesto para tomar la foto, el video, el audio y una foto con el árbol caído y compartirlo con el mundo.

Esta capacidad de saber que sucede a todo momento, lleva al ser humano a pensar más allá, pasar del qué al porqué: a tratar de averiguar la razón por la cual cayó el árbol, el motivo de la creación de un impuesto o la causa de una guerra. La discusión de las razones ya no es únicamente para los filósofos de cantina y las sobremesas de almuerzos familiares, sino para cualquier internauta que disponga de un poco de tiempo. Y es ahí donde los productores de televisión han encontrado un nicho para explotar esa curiosidad, para darle al espectador la oportunidad de saber, de primera mano, las razones por las cuales se toman estas decisiones, sin miedo a mostrar el lado humano que muchas veces influye al momento de las actuaciones de estos líderes de televisión: El lado que no se ve del poder.

La política y el poder no han sido temáticas ajenas en nuestras pantallas de televisión. Series como “The West Wing” en el ámbito dramático o “Spin City” en la comedia estadounidense, tuvieron en su momento gran aceptación entre los televidentes. Ahora, “House Of Cards” y “Game of Thrones”, son dos series que de forma diferente, giran alrededor de la política (entendida como la ciencia que trata el gobierno y la organización de las sociedades humanas, o la actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad según la RAE) y el poder que la rodea. La primera tiene una temática netamente política y la segunda más bien, toca el tema sin que necesariamente sea este su ámbito principal.

Puede que existan más diferencias que semejanzas entre una y otra serie, pues la primera es el producto estrella de Netflix, el gigante de transmisiones de series y películas por internet, que ha creado una gran expectativa entre sus subscriptores al apostar fuerte en esta serie con actores de renombre como Kevin Spacey y Robin Wright como la pareja de moda de la Casa Blanca; y la otra tenga como carta de presentación el éxito que han tenido la serie de libros de George R.R. Martin, los cuales fueron llevados a la pantalla con gran fidelidad por HBO, uno de los más importantes canales de televisión por cable a nivel mundial, y que al ser televisión pagada, puede utilizar los recursos de desnudos y muertes sin miedo en su programación.

House of Cards desde un inicio nos atrapa de esa forma, pues Frank Underwood en su primera aparición en la serie mata a un perro moribundo, mientras le habla al espectador utilizando un recurso no muy común en series de dramas: “Hay dos tipos de dolor. El tipo de dolor que te hace fuerte. O el dolor inútil. No tengo paciencia para cosas inútiles. Momentos como este requieren que la gente actúe, que haga cosas que no son placenteras. Que haga lo necesario [mata al perro…]. Ya está, no más dolor.” El poder que tiene Underwood sobre lo que lo rodea, sea su esposa, sus compañeros congresistas en un principio y todo lo que viene después, pues no pienso spoilear la serie si aún no la ven, nos hace cómplices anónimos y silentes de sus actos inmorales o ilegales, los cuales explica con estas pequeñas conversaciones que tiene solo él con la audiencia.

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Game of Thrones en cambio, trata sobre esta misma sucia política, en un ambiente medieval, donde los asesinatos, las pasiones y las guerras por el poder están a la orden del día. Una gran cantidad de personajes con quienes de una forma u otra uno llega a sentirse involucrado, y puede entender la razón de su proceder, siendo la cereza del pastel la inexistente compasión de los escritores, a quienes tampoco les tiembla la mano al momento de cerrar una temporada con el asesinato del personaje más querido por la audiencia.

Y es así como por un lado mandamos un tuit en contra o a favor del presidente, salimos a las calles con el celular y la cacerola en mano para tomar la foto y subirla de inmediato a Instagram, y regresamos a casa para subir un status de Facebook con un resumen de la jornada: El árbol cayó y nosotros estuvimos ahí para escucharlo.

Y claro, después de todo, prendemos la TV y nos acomodamos para ver el nuevo capítulo de Game of Thrones o repetir tres capítulos de House of Cards, porque claro, ya los vimos todos, el día del estreno.