El fútbol tiene una gran cantidad de actores: Los jugadores, los equipos, los entrenadores, los utileros, los dirigentes, los estadios, los patrocinadores, los empresarios, los árbitros… y finalmente los hinchas. Cada uno de estos representa un rol muy importante dentro de la industria, pues sin uno de ellos no podría existir el fútbol como lo conocemos. En este artículo, vamos a analizar al hincha y enfocarnos en ese denominado en los últimos tiempos como “hincha de teclado” que no va nunca mucho al estadio, pero que exige resultados mágicos a todos los demás miembros del reparto.
Intentemos desmenuzar al hincha de teclado: Hincha. Partidario entusiasta de un equipo deportivo (Según la RAE); De teclado. Que utiliza los medios tecnológicos para apoyar, criticar, putear, ridiculizar, criticar, insultar al equipo rival, desmerecer el juego de todos, mentar a la madre del árbitro, criticar, solicitar contrataciones ridículas, burlarse y creo que aún no está claro que, criticar.
Mi abuelo creo que debe ser uno de los primeros hinchas de teclado que conocí, y yo seguí esa senda durante varios años, pero con el tiempo uno va madurando e interesándose más por el fútbol, necesitando esa adrenalina que solo se vive en el estadio, especialmente en los partidos de la selección, a los cuales he asistido casi sin excepción desde hace cuatro eliminatorias.
Volviendo a mi abuelo, no era muy hincha de un equipo pero sí de la selección, y siempre tenía un “negro hijuep…”, “longo hijuep…”, “mono hijuep…” o si no distinguía quien era el que no pateó pues “patojo hijuep…”, listo para descargar en cada partido que se disputaba por Copa América o Eliminatorias, especialmente contra los “peruanos hijuep..”. Todo ese racismo, regionalismo, exclusión “Old School” que ahora ya no es pues, muy celebrado que digamos, como lo era en el Siglo XX.
Con el tiempo entendí a mi abuelo, pues uno en el fútbol puede descargar sus frustraciones y piensa que si el jugador está en el equipo de su preferencia, es porque es el mejor y no puede nunca fallar, caso contrario es un hijuep… Y no podemos olvidar a los hijuep… árbitros que no tienen permitido equivocarse en contra de nuestro equipo, porque eso es motivo de linchamiento verbal. Entendí a mi abuelo como digo, pero ya no puedo compartir sus postulados e hijuep*t*c*s: el fútbol no es tan simple.
Este hincha que pide y pide que empezó como un Tano Pasman cualquiera, cuya única audiencia era una mujer que se reía, un nieto que no entendía nada y su perro que lo miraba como si entiende lo que dice pero no, con la llegada de la tecnología evoluciona y gracias al internet ahora puede ser leído por una cantidad de gente que supera con creces a la audiencia de esa anterior generación de inconformes, y se convierte en el hincha de teclado que todos conocemos ahora.
El dinamismo de la sociedad, la crisis económica y la comodidad a la que aspira el ser humano se ve reflejada en estos hinchas nefastos para el fútbol. Creo que existen dos tipos de hinchas de teclados, los que no pueden asistir al estadio porque le es físicamente imposible ya que han tenido que migrar a otras latitudes en busca de mejores oportunidades y añoran al equipo de sus amores (hay también buenos hinchas a la distancia, sin embargo son especímenes escasos, como un buen arquero nacional, y por tanto no entran en este análisis), y aquellos a los que no les da la gana de ir al estadio porque tienen que trabajar, estudiar, cuidar a la cría, pasear al perro, complacer a su pareja o sacarse las pelusas del ombligo mientras ve desde su televisor el partido, o desde el internet en alguna transmisión pirata.
Lo que tienen en común estos sujetos es que no solo no van al estadio, sino que desgastan todas sus energías en criticar la gestión del equipo y del fútbol en general: No hay jugador suficientemente bueno (aún si Messi llegase a jugar en estas latitudes sería criticado por no poder chocar con nuestros defensas del Chota), el dirigente debe cada año cambiar la plantilla de jugadores por unos mejores sin importar los contratos y la inestabilidad que esto genere, el árbitro no tiene margen de error pero siempre se va a equivocar contra su equipo hasta en los otros partidos, regalando penales o anulando goles que en el largo plazo perjudican al equipo.
Dicen: “las entradas son muy caras”, “va demasiada gente al estadio” y “ser socio no sirve de nada porque igual nunca es escuchado por la dirigencia”, pero claro: queremos un estadio más grande y tecnología japonesa. No hay tusa que le calce a esta afición que sin duda puede ser catalogada como troll (Según Wikipedia: persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea, con la principal intención de molestar o provocar una respuesta emocional en los usuarios y lectores, con fines diversos (incluso por diversión), alterar la conversación normal en un tema de discusión, logrando que los mismos usuarios se enfaden y se enfrenten entre sí…)
Y claro, como hemos indicado la tecnología ha jugado un factor fundamental en el desarrollo de este espécimen: De escuchar el partido en la radio, con el tiempo , el hincha de teclado encontró la forma de ver los partidos por internet (con su mejor amigo rojadirecta.com), y ahora previo a cada clásico se instala frente a su laptop, armado con una gaseosa y su cuenta de twitter o Facebook, listos para despotricar contra lo que sea. Encuentra un regocijo único pues tiene a la mano estadísticas, fotos para hacer memes, noticias sobre la última vez que se dio un resultado similar, tanto que deja de ver el partido para dedicarse a buscar material para criticar y a la vez, ser popular entre esos otros hinchas de teclado que conforman una suerte de legión en la cual, quien tiene la mayor boca de arriero es el líder.
Un verdadero hincha del fútbol y quienes lo hemos jugado alguna vez en la vida fuera del patio de la casa, tenemos una amalgama de sentimientos respecto a estos hinchas de teclado: por un lado, nos producen rabia pues son nuestras entradas y cuotas mensuales las que ayudan aunque sea un poco al desarrollo del club, ternura porque reconocemos en ellos a aquellos que no fueron amamantados cuando pequeños y seguramente esa falta de afectividad promueve su forma de ser, y claro, risa al leer esos comentarios desatinados y en muchas ocasiones subidos de tono sin importar que el destinatario sea un periodista, el jugador de un equipo o su esposa, o alguna otra hincha de teclado que se expone al bullying de no uno, sino varios de estos personajes de las redes.
Mi recomendación para lidiar con estos personajes no es más que esa máxima que es tan o más antigua que el internet: “Don’t feed the troll”, es decir, no hay que hacerles caso. Estos sujetos se nutren con comentarios a favor o en contra, se hacen más fuertes con cada retuit o like, se sienten más felices cuando una persona responde a sus provocaciones, pues la hinchada de escritorio solo se hace barra brava al encontrar una audiencia, caso contrario, no es más que un grupo de abuelos, ahora con internet, puteando al aire con su nieto y su perro.