Así la acuñó el periodista argentino Juan Pablo Varsky. Juro que ese término se me ocurrió justo en el momento en que veo al árbitro polaco parar el juego ante la mano de Montiel. Claramente influenciado durante más de un mundial por los análisis del periodista en mención. “Seguro es penal”, “no puede ser más infame el desenlace”, “esto es penales”, ¿estará el Dibu listo otra vez?
El 18 de diciembre de 2022 se produjo un acontecimiento inolvidable para quien gusta del fútbol, claro, para argentinos y franceses fue tortura medieval. Lo que hay que decir es que el Argentina vs Francia tuvo demasiados elementos para declararlo un juego mítico, de esos que morirás de ganas de contar a tus generaciones venideras cada que puedas, así ya lo hayan googleado antes y los aburras.
Argentina arranca demoliendo a un rival que en teoría tenía muchos más recursos y llegó sobrado en plantilla a Qatar 2022, tanto así que acumuló muchas bajas, algunas muy sensibles, y aún así tenía jugadores más que competentes. Sale uno, entra otro reiteradamente, ¿Dónde juega ese muchacho Kolo Muani?, ¿en serio el hijito de Thuram sabe jugar? Pues sí, y mucho. Con todo, Francia planteó su mejor 11 que había supuestamente sido afectado por fiebres camélidas, quizás sí, pues Giroud y Griezmann no estaban en su día, mientras que lo de la albiceleste era todo orden, entrega, deseos arrolladores de vencer y desde luego gol. Ángel Di María hacía un segundo tanto que en algo hacía acordar al de Valdano en la final de México 86 ante Alemania. Definición exquisita, momento cumbre para un jugador inodiable como el fideo.
Para el buen hincha argentino era un desarrollo perfecto, un pacífico tránsito hacia la tercera estrella, de pronto y la fanaticada francesa se resignaba. No se había visto un baile similar en una Copa del Mundo en mucho, ¿algo así fue en México 70?, puede ser que el primer tiempo de Francia 98, pero la Scaloneta era una sinfonía. Había hablado de México 86 y a mis amigos les había dicho la noche anterior que preveo un desenlace como ese. Una voz maliciosa en mí esperaba la reacción de los galos, como para darle condimento a un juego que parecía resuelto, como para que se cumpla mi vaticinio de un final agónico, para tener de que hablar en la cena navideña.
Di María había hecho un partido espectacular, a pesar de su ajustada condición física y “venerable” edad, pero tiene que salir. Argentina siente esa ausencia, y el buen Deschamps echa mano de su vasto banquillo, hay que decir que no le tembló el pulso y antes del primer tiempo ya había modificado su onceno, movimiento insólito para una final del mundo. Entraron Coman y Camavinga y enseguida Lio Messi sintió el rigor que siente cada semana en la liga francesa, parece que la pulga lee el futuro y decidió recaer en esa liga para acostumbrarse. Pero el plan de Didier resulta, Francia revive y su campeón, “Donatello” Mbappé, encendió motores para vencer en un penal al monstruoso Dibu Martínez en un penal y después anotar un empate villanesco y hermoso. 2-2 faltando 10 minutos … como México 86.
De pronto esperábamos algo así como un pase de Messi para Julián Álvarez y que defina apoteósicamente, pero el destino nos tenía preparado un relato aún más retorcido. El juego tuvo que extenderse hasta tiempos extras, ya algunas finales se habían decidido así, ¿Qué nos podía traer esta? Pues para Argentina parecía la tragedia, Francia se volvió el vendaval que vimos en ciertos tramos de sus juegos ante Australia o Polonia. Argentina empezó a verse desbordada como en sus remates ante Australia o Países Bajos. Ante el exceso de golpeadores para Lío, Scaloni hace un cambio acertado con la entrada de Paredes quien descongestionó tanta rudeza. De nuevo hubo espacio para la magia.
Segundo tiempo suplementario, feroz réplica albiceleste, Messi siempre atento toma el rebote y envía el balón al arco. ¿Es gol?, ¿no es gol?, ¿qué diablos fue? Instantes en los que se pararon muchos corazones, los más meticulosos dejaban la decisión en manos de la tecnología, fueron segundos de incertidumbre resueltos velozmente y renacía la esperanza para Sudamérica. Argentina estaba acariciando la Copa del Mundo… ¿o no? Estaba escrito un retorcido giro más con esa mano de Montiel. Ahí nuevamente hubo ráfagas de pensamientos como el de “es el partido de todos los tiempos”, cuando efectivamente Varsky lo dice momentos después. También el clásico “ten cuidado con lo que deseas”. Para este espectador relativamente neutral (relativamente, porque prefería el triunfo argentino) a esas alturas era tener que pasar por demasiado, por asimilar que estaba presenciando historia, pero que esa historia bien podría ser tragedia.
Mbappé de nuevo sorteó los hechizos de “Dibu”, el 3-3 sobrepasaba las expectativas del planeta fútbol e infringía severo daño en la salud cardiovascular de la enorme superficie de la República Argentina, aunque faltaba más. El mismísimo Dibu realizó la atajada de su carrera en ese mano a mano frente a Kolo Muani y después Mbappé dribló cuanta “remera” celeste y blanca se interpuso, solo para encontrarse con un despeje providencial de Dybala, quien llegó de otra línea temporal y en realidad es el hijo de Scaloni arribado del futuro para salvar una nación. No había que saber francés para leer con claridad lo que el bueno de Kylian exclamó luego de esa jugada. Habría por tercera vez en una final de Copa del Mundo una definición por penales. La postal de esta batalla la daba Varane totalmente agotado. Como Frazier y Alí en la batalla de Manila.
Empieza la tortura. Mbappé nuevamente se sobrepuso al embrujo de Dibu, Messi volvió a acertar su lanzamiento derrochando sabiduría. Coman sería la desafortunada víctima del alborotado portero albiceleste, Dybala contó con más fortuna que pericia, Tchouameni no pudo más y desvió su disparo. Paredes acertó con el suyo más allá de sus fuerzas, Kolo Muani mantuvo el suspenso y llegó el turno de Montiel. Acá el cruel destino se transformó en bendita providencia, pues fue el encargado de acabar con el suspenso y consagrar a Argentina como campeón mundial.
Película de acción, de terror, de suspenso como si el mismísimo Hitchcock la hubiese pensado, la final de Qatar 2022 quedó como un partido clásico de la historia del fútbol. Con final feliz para quienes deseamos lo mejor para el fútbol del lado occidental del charco. ¡Ya era hora!