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La Más Linda Trasnochada

A las 21:00 de Ecuador parecía ser una hora razonable para ver correr a Richard Carapaz… Hasta que te dabas cuenta que dichas carreras, por la experiencia adquirida en la novelería de seguir El Tour, El Giro, La Vuelta, etc., duran como 5 o 6 horas y que de hecho las cosas interesantes ocurren desde la tercera en adelante.

Entonces había que mirar “la vuelta de presentación” y el inicio mismo de la carrera. Se advirtió al grupo de fugados y obvio que Richie no estaba ahí. La experiencia de la novelería hacía saber que los que se escapan muy temprano en las competencias ciclísticas difícilmente ocupan los primeros lugares. La carrera seguía y no enfocaban a La Locomotora, las cámaras se iban con Wout Van Aert, el belga crack de los sprints y a don Tadej Pogacar, bicampeón del Tour francés y a quien vimos con dolor destrozar a nuestro Carapaz querido. Este par de ciclistas eran los favoritos de los especialistas, los de verdad y según nosotros, los noveleros.

El pelotón de favoritos ahí estaba, como a 15 minutos de los escapados y como era de esperarse, en las primeras 2 horas no pasaba nada destacable. Era tiempo de buscar otras transmisiones y vimos como Jean Carlos Caicedo en la Categoría Peso Pluma de boxeo, asestaba un certero derechazo a su rival ucraniano para superarlo en primera ronda. Tal vez también era bueno darse vueltas por las plataformas de TV, al parecer está interesante el “remozado He-Man”… Volvemos al ciclismo y ya las cámaras se ocupan algo de Carapaz. Está tranquilo junto a los favoritos y al compatriota Jonathan Narváez, quien se le unió a hacer el desgaste. Ya habían pasado más de 100 kilómetros de carrera, sólo faltaban 100 más.

 carapaz narvaez

Después llegaron las sombras del sueño, nadie quería aún arriesgarse y el espectador novelero común y corriente no podía más con el sueño de medianoche. Decir “solo faltan 100 kilómetros” era una ironía que un pestañeo se volvieron 40, pues una siesta fue inevitable. ¿Dónde está el Richard?, el pelotón de punteros se redujo y se lo puede ubicar con nitidez, el pelotón escapado ya no está “tan escapado” y su protagonismo está llegando a su fin. Están en plena subida en la proximidades del Monte Fuji. En esas cuestas es donde se escapan los buenos, es donde el Richie se luce. Lo sabemos por experiencia novelera.

Acabó la subida y viene la bajada. Nadie se sacó ventajas y es esperanzador a la vez que preocupante, en el Tour vimos que en los piques en plano don Van Aert y don Pogacar son unos tigres y no precisamente es la especialidad del ecuatoriano. Faltan 25 kilómetros y un gringuito se escapa como el diablo, le sigue otro sujeto de maillot blanco… ¡ES ÉL!, Richard Carapaz no pierde de vista al gringo, ¿quién es el gringo? No estamos familiarizados con Brandon McNulty pero se apunta a dar la sorpresa de la jornada. La bajada es desquiciada y vertiginosa, te hace acuerdo a travesuras infantiles.

 Ya faltan 15 kilómetros. Entre Carapaz y McNulty han conseguido aventajar en 40 segundos al pelotón. Es hora de despertar a familia y amigos que confiaban en los pocos locos que se cenaron horas de ciclismo. Mensajes van y mensajes vienes. La emoción se apodera del ambiente y también el nerviosismo. En un abrir y cerrar de ojos, esos 40 segundos se hicieron 15 y llegan los malos recuerdos para el “experto novelero”, aquellos sprints en los que adelantaron a nuestra locomotora y la desplazaron en el podio de “Le Tour”. Con toda su experiencia, Richie se despega de McNulty y metros más tarde, el novato pero entusiasta gringuito es absorbido por los gigantes del pelotón. ¿Richard?, pedaleando como un condenado mientras se va por: 30, 40, 50 segundos de sus perseguidores y entra al legendario circuito automovilístico de Fuji, ¡ES EL CAMPEÓN OLÍMPICO!… Ah, y ahí llegaron Van Aert y Pogacar partiéndose el lomo por la de plata.

 podio carapaz

Ahora dormir es imposible, hay que esperar que lleguen todos y acabe la competición. Hay que compartir opiniones, emoción, tal vez alivio. Pronto, el mismo sujeto que después dirá que en su país hay gente que no cree en él no podrá disimular las lágrimas que se le forman al escuchar el himno ecuatoriano y ver erguirse a la bandera tricolor en un solemne ritual sobre el suelo japonés. Recién arranca Tokio 2020 y ya tiene historias para contar. Valió la pena la madrugada, valió la pena la espera.