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Espantando Los Fantasmas del Maracaná

La Medalla de Oro de Brasil en el fútbol olímpico va más allá de sumar el título faltante para “el país del fútbol”. Constituye un exorcismo a los grandes dolores de una historia tan rica y vasta, pero también con enormes decepciones, como todas.

 Brasil tuvo un inicio nada alentador para una afición ansiosa y exigente. Sendos empates sin goles frente a las aparentemente débiles selecciones de Sudáfrica e Irak, causaron la molestia de la torcida, que reprobaba con pifias a su combinado que en su versión absoluta viene pasando los papelones de las últimas Copa América y ni hablar de lo que fue el escalofriante 7-1 en las semifinales del Mundial.

Mientras las decepciones las constituían las eliminaciones en primera fase de Argentina y el último campeón olímpico, México, Brasil recuperaba la confianza derrotando 4-0 a Dinamarca para avanzar a cuartos de final. En dicha instancia, las sorpresas eran Corea del Sur, que finalizó la fase de grupos en primer lugar por encima de Alemania y la Honduras de Jorge Luis Pinto que dejó en el camino a los argentinos.

Cuando Cundía el Pesimismo

Cuando Cundía el Pesimismo

En Brasil se esperaba a su figura. Era sabido que Neymar se “bajó de la Copa América” para dar prioridad al sueño olímpico, pero su figura no venía destacando hasta el juego con Colombia en el que abrió la ruta del triunfo. Con un claro 2-0, la verdeamarela superó a los cafeteros y enrumbaba el camino a la de oro. Del otro lado, Alemania arrasó 4-0 a Portugal y sumado al 10-0 sobre el debutante Fiji, encendía la preocupación en el local. Rondaba al fantasma del 2014. En las otras semifinales, Nigeria con claridad superaba 2-0 a Dinamarca y Honduras daba el golpe derrotando 1-0 a los surcoreanos.

Instalado en el Maracaná, Brasil tenía la obligación de no dejarse sorprender y salió a demoler a su rival. En 15 segundos ya estaba ganando a Honduras con un Neymar muy atento a aprovechar el nerviosismo catracho. El inapelable 6-0 llevó a la canarinha a la disputa del oro, a medirse con el rival esperado y lógico, que era Alemania, la cual se había impuesto 2-0 a Nigeria. Los africanos más tarde ganarían la de bronce.

Era hora de espantar a los fantasmas de 1950, 2014. Tiempo para superar lo hecho en Seúl o Londres. El escenario era perfecto aunque también angustiante. Brasil inició sorprendida por la joven selección alemana que los puso en apuros a los locales y salieron de los mismos gracias al tiro libre del elegido. Neymar justificaba con un golazo, su presencia en Río cuando ya está comenzando las temporadas de fútbol en Europa.

El segundo tiempo fue de nervios y con una disputa de poder a poder. La actual escuela alemana se hizo presente con una serie de toques que culminaron en el tanto del empate de Max Meyer. Después arrancó el drama, los alargues, estados físicos descompuestos y una infartante tanda de penales que se venía ejecutando con precisión milimétrica hasta que Petersen erró. Dando la oportunidad a Neymar de que culmine con heroísmo la serie y derrote a los fantasmas del fútbol brasileño. El oro por fin es del gigante sudamericano.

 En el fútbol femenino si hubo gloria para Alemania, que pudo derrotar al “outsider” de la competición: Suecia. Las nórdicas se llevaron la plata y se dieron el gusto de eliminar a la archi favorita selección de los Estados Unidos, que tenía un ambiente hostil gracias a la “broma” de la portera Hope Solo sobre el virus Zika. También cayeron las brasileñas, que tenían la responsabilidad de ser la “alegría de emergencia”, en caso de que el fútbol masculino vuelva a fallar. No hizo falta, el país del fútbol está feliz porque en su casa mandó la camiseta verde y amarilla, con Neymar como figura.

 

“Hay que verlo con paciencia”

Me encontraba viendo el juego de fútbol femenino entre Canadá y Ecuador, válido por los Juegos Panamericanos de Toronto. Una nueva goleada sufrieron las muchachas tricolores (5-2 favorable a las anfitrionas), haciendo fuerza porque les vaya bien, aplaudiendo su entrega y sus buenas jugadas, así como lamentándome el sinnúmero de fallas.

Mientras se desarrollaba el partido, el comentarista que transmitía el juego, por la cadena Directv Sports y me parece, de origen chileno, emitió este comentario: “es un fútbol diferente, hay que tener paciencia para verlo”. Dicho comentario creo yo, trato de mezclar una expresión que al periodista le salió “del fondo del alma”, moldeándolo con inteligencia para no despreciar el evento a transmitir y no caer en el hoy por abominable sacrilegio del machismo. De mi parte, la frase me marcó muchísimo.

¿Por qué “hay que verlo con paciencia”? Evidentemente, hay un abismo en cuanto a fundamentos y técnica entre el fútbol masculino y femenino, así como en la mayoría de deportes que cuentan con competencias separadas entre géneros. En el caso del fútbol es lógico, pues muchas naciones, como la nuestra, la práctica profesional de fútbol recién va formándose y en otros lados, es inexistente.

Mucho desorden táctico, pifias terribles al contacto con el balón y dificultades para controlarlo, además de los horrores en fundamentos en el arco que producen varios goles para mandarlos al conteo de los “bloopers” del noticiero, aunque en otras, vemos anotaciones de poema. Por otro lado es elogiable el espíritu del fútbol de chicas en el que hay más ganas de correr tras el balón y casi nada de “sobreactuaciones” que en el fútbol masculino de alta competencia solemos deplorar.

Puede, como varón heterosexual, que te falte paciencia para ver fútbol femenino, pero la misma te llega a caudales cuando ves esto

Alex Morgan

Ciertamente la belleza de algunas futbolistas nos llama la atención. En la final del mundial femenino, disputada la semana pasada, muchos preferimos ver el espectáculo de ver correr a Alex Morgan, la recia defensa de Julie Johnston o las enormes atajadas de Hope Solo, a tratar de disfrutar el lucido toque de balón de la selección japonesa, de quienes se dice, son una especie de “Barça femenino” (y perdonen si para alguien blasfemo). Las chicas asiáticas ganaron el mundial 2011 y en este disputado en Canadá, las americanas lograron su “venganza” al golear 5-2. Cuatro goles de Estados Unidos se concretaron en un cuarto de hora inicial avasallador.

Si hablamos de éxito comercial, el mundial canadiense estuvo muy lejos del fenómeno paralizante que significan los mundiales masculinos de fútbol. Normalmente se vio gradas a menos de la mitad y por lo menos, la final tuvo un estadio prácticamente lleno, recordando también, que Vancouver, donde se escenificó el juego final, queda muy cerca de Estados Unidos. Alguna vez, Sepp Blatter mencionó algo así como que el fútbol femenino necesita de “uniformes más atractivos” con mucha torpeza. En el fondo de nuestros seres, bien que lo quisiéramos, pero el chiste es que mejore el espectáculo primigenio, o sea, el juego.

Finalmente, hay que mencionar los abismos existentes entre distintas federaciones. En este mundial, una víctima de dichas diferencias fue Ecuador, cayendo inmisericordemente goleado por Camerún y Suiza. Ese tipo de resultados abultados, de seis goles o más no son extraños en estas competencias. De nuevo la escasa profesionalización de la actividad juega su rol. La organización y sobretodo, la mediatización y comercialización de los mismos, forzarán a mejoras en varios países, esperemos que uno de ellos sea el nuestro, impulsado porque al menos, la clasificación de la tri femenina al mundial de fútbol fue épica e histórica.

Mientras tanto. Seguiremos intentando “ponerle paciencia” viendo los partidos de los Panamericanos por ejemplo, a mí al menos me resulta refrescante, distinto, a pesar de las desprolijidades.