“Hay que verlo con paciencia”
Me encontraba viendo el juego de fútbol femenino entre Canadá y Ecuador, válido por los Juegos Panamericanos de Toronto. Una nueva goleada sufrieron las muchachas tricolores (5-2 favorable a las anfitrionas), haciendo fuerza porque les vaya bien, aplaudiendo su entrega y sus buenas jugadas, así como lamentándome el sinnúmero de fallas.
Mientras se desarrollaba el partido, el comentarista que transmitía el juego, por la cadena Directv Sports y me parece, de origen chileno, emitió este comentario: “es un fútbol diferente, hay que tener paciencia para verlo”. Dicho comentario creo yo, trato de mezclar una expresión que al periodista le salió “del fondo del alma”, moldeándolo con inteligencia para no despreciar el evento a transmitir y no caer en el hoy por abominable sacrilegio del machismo. De mi parte, la frase me marcó muchísimo.
¿Por qué “hay que verlo con paciencia”? Evidentemente, hay un abismo en cuanto a fundamentos y técnica entre el fútbol masculino y femenino, así como en la mayoría de deportes que cuentan con competencias separadas entre géneros. En el caso del fútbol es lógico, pues muchas naciones, como la nuestra, la práctica profesional de fútbol recién va formándose y en otros lados, es inexistente.
Mucho desorden táctico, pifias terribles al contacto con el balón y dificultades para controlarlo, además de los horrores en fundamentos en el arco que producen varios goles para mandarlos al conteo de los “bloopers” del noticiero, aunque en otras, vemos anotaciones de poema. Por otro lado es elogiable el espíritu del fútbol de chicas en el que hay más ganas de correr tras el balón y casi nada de “sobreactuaciones” que en el fútbol masculino de alta competencia solemos deplorar.
Puede, como varón heterosexual, que te falte paciencia para ver fútbol femenino, pero la misma te llega a caudales cuando ves esto
Ciertamente la belleza de algunas futbolistas nos llama la atención. En la final del mundial femenino, disputada la semana pasada, muchos preferimos ver el espectáculo de ver correr a Alex Morgan, la recia defensa de Julie Johnston o las enormes atajadas de Hope Solo, a tratar de disfrutar el lucido toque de balón de la selección japonesa, de quienes se dice, son una especie de “Barça femenino” (y perdonen si para alguien blasfemo). Las chicas asiáticas ganaron el mundial 2011 y en este disputado en Canadá, las americanas lograron su “venganza” al golear 5-2. Cuatro goles de Estados Unidos se concretaron en un cuarto de hora inicial avasallador.
Si hablamos de éxito comercial, el mundial canadiense estuvo muy lejos del fenómeno paralizante que significan los mundiales masculinos de fútbol. Normalmente se vio gradas a menos de la mitad y por lo menos, la final tuvo un estadio prácticamente lleno, recordando también, que Vancouver, donde se escenificó el juego final, queda muy cerca de Estados Unidos. Alguna vez, Sepp Blatter mencionó algo así como que el fútbol femenino necesita de “uniformes más atractivos” con mucha torpeza. En el fondo de nuestros seres, bien que lo quisiéramos, pero el chiste es que mejore el espectáculo primigenio, o sea, el juego.
Finalmente, hay que mencionar los abismos existentes entre distintas federaciones. En este mundial, una víctima de dichas diferencias fue Ecuador, cayendo inmisericordemente goleado por Camerún y Suiza. Ese tipo de resultados abultados, de seis goles o más no son extraños en estas competencias. De nuevo la escasa profesionalización de la actividad juega su rol. La organización y sobretodo, la mediatización y comercialización de los mismos, forzarán a mejoras en varios países, esperemos que uno de ellos sea el nuestro, impulsado porque al menos, la clasificación de la tri femenina al mundial de fútbol fue épica e histórica.
Mientras tanto. Seguiremos intentando “ponerle paciencia” viendo los partidos de los Panamericanos por ejemplo, a mí al menos me resulta refrescante, distinto, a pesar de las desprolijidades.
Guitarras y gol
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